jueves, 24 de noviembre de 2011

Los Cien Mil Hijos de San Luís.




En 1.823 casi 100.000 soldados, mercenarios  y civiles franceses entraron en nuestro país para reponer en el trono español al absolutista  Fernando VII.

La causa de tal invasión fue que los liberales le obligaron a acatar la Constitución de 1.812. El rey y sus seguidores no estaban de acuerdo con perder privilegios y pidieron ayuda a la Santa Alianza, a Europa. Y Europa se la concedió.

El duque de Angulema, jefe del ejército francés, pasando por Cataluña y entrando en Madrid, no encontró demasiada oposición, Llegaron a Cádiz donde se habían refugiado los liberales con el rey hecho rehén. Después de un sitio atroz, los constitucionalistas pactaron su rendición. Pacto que traicionó inmediatamente el rey llevando a cabo uno de los peores reinados de la Historia de España.

De 1808 a 1814 los españoles sufrimos, contra el francés, una guerra sin cuartel. Episodios épicos como el sitio de Zaragoza o el de Girona lo demuestran. Francés que sólo nueve años más tarde se paseó hasta Cádiz para rescatar a un rey español.

Hoy no hacen falta ejércitos para derrocar a jefes de gobierno. Hemos mejorado. Hemos evolucionado hasta llegar a “los mercados”. Papandreu y Berlusconi no han sido depuestos ni por los griegos ni por los italianos, sino por… ¿por quién? Los ciudadanos que votaron en su momento seguro que se están preguntando para qué y por qué fueron a las urnas.

A Zapatero no le han enviado un ejército. Le han permitido una salida honrosa, convocar elecciones. Al menos se ha ido con dignidad.

Así está claro que los de a pie poco podemos hacer. Con un partido político u otro en el poder las consecuencias serán las mismas. Que nadie sueñe con una política o una economía más justa. Que nadie sueñe con una independencia de su país. Todo ello ocurrirá si, “ellos”, lo permiten. Como han permitido la secesión de Yugoslavia o la caída de Gadafi.

El domingo 20 de noviembre fue un trámite. Las encuestas acertaron. Pero hay que votar, siempre. Todavía tenemos el derecho de hacernos oír y es un buen acto de homenaje a nuestros familiares que lucharon por una democracia que ahora tenemos, pero no comprendemos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario