sábado, 25 de abril de 2015

LA BALLESTA






Tengo 50 años, soy profesor y esta semana me cuesta ir a clase.
Después de los recortes de sueldo, la precariedad laboral, el paro, el desasosiego de estar con niños con trastornos mentales, diagnosticados y con la posibilidad de brotes psicóticos en cualquier momento, el hecho de la ballesta ha sido demoledor.
Y aún más decepcionante ha sido leer en la prensa la muerte de un profesor sustituto en segundo plano.
Coger el arma no ha sido cuestión de un instante.
Y siento enorme tristeza y profunda indignidad porque parece que los monitores, maestros y profesores, entre otros educadores, tenemos deberes sin derechos, mientras que los alumnos sólo tienen derechos. Me pregunto cuál es la raíz de este hecho. Quizás la respuesta está en las familias de nuestra sociedad actual.
Generalizando, me da la impresión de que padres y madres se creen más las mentiras de sus hijos que las verdades de los docentes que intentan hacer su tarea lo mejor que pueden. Las familias pueden cuestionar todo lo que hacen a sus hijos desde un entrenador de baloncesto hasta un profesional de la sanidad. Los niños lo ven y lo viven y son consecuentes.
Estando así las cosas, los niños, desde que se levantan hasta que se acuestan, hacen lo que les da la gana.

Las instituciones deben reeducar el papel de los padres y madres en el respeto por la educación. Si el trabajo no está hecho en casa, en la escuela nos lo ponen difícil, muy difícil. Los profesores no somos héroes pero tal vez algunos sí.

1 comentario: